*Por José Cruz Campagnoli
Tiempo Argentino || Durante estas semanas "el linchamiento" como conducta social fue
convertido en una de las noticias de mayor impacto en la opinión
pública. Se la espectacularizó.
Hubo diversos pronunciamientos sobre estas acciones, en muchos casos
para marcar lisa y llanamente su rechazo, en algunos muy minoritarios
para apoyar obscenamente, mientras que en otros la crítica vino
acompañada de un "pero". Escuchamos y leímos "peros" desde diversos
sectores: medios de comunicación, profesionales del campo jurídico o
dirigentes políticos que recurrieron a esta conjunción para expresar su
supuesto rechazo.
El "pero" justifica, la justificación fomenta.
Muchas de estas manifestaciones no fueron ingenuas, buscaron y siguen
buscando generar un clima de fractura e indefensión social, de ausencia
del Estado. Una vez más han pasado un límite. Cuando se pretende romper
el contrato social, violentar las bases del Estado de derecho y se pone
en riesgo la vida humana, se está adoptando una actitud antidemocrática.
Producto de años de aprendizaje con mucho sufrimiento mediante, la
inmensa mayoría de los argentinos y argentinas asumimos ciertos
acuerdos. A la tortura la consideramos una práctica repudiable, sin
"peros". Cuando nos referimos al atentado a la AMIA y a la Embajada de
Israel, o a la apropiación de bebés, nos referimos a episodios
condenables sin atenuantes. En este tema tampoco debemos aceptar grises:
el que no condena los "linchamientos", los justifica. Y quienes los
promueven asumen una conducta que conspira contra el Estado de derecho.
El sentido que se les da a las palabras tampoco es inocente. Cuando se
habla de "justicia por mano propia" se pretende referir a "gente de
bien" que imparte justicia, cuando debería hablarse de la comisión de un
delito. Cuando se habla de "justicieros" debería hablarse de
delincuentes.
Utilizar en el título de una noticia la palabra "paliza", cuando lo que
ocurrió fue una agresión cobarde que terminó con alguien muerto o
gravemente herido, es promover este tipo de conductas. Trazar una
frontera entre ciudadano y delincuente postula una falsa dicotomía
estigmatizante que fomenta la violencia y abona la idea de sálvese quien
pueda.
En este tema, donde están en juego los fundamentos democráticos básicos,
no hay lugar para eufemismos, para grises, para medias tintas,
independientemente de los debates que hay que seguir dando en Argentina
sobre la seguridad, con toda la complejidad que tiene el tema.
Los mismos que promueven la brutalidad, y generan un clima de angustia
en la población saben lo que hacen, en simultáneo van preparando a los
candidatos del orden que van a venir a darle "tranquilidad" a nuestro
pueblo. Esa "tranquilidad" ya la padecimos.
* Legislador porteño por Nuevo Encuentro - FpV